POLLOS ENFERMOS
El pasado mes de julio la cadena de comida rápida Mc-Donalds pidió a todos sus proveedores de carne que no utilicen en la cría antibióticos que favorecen el crecimiento de los animales. Esta decisión es obligatoria para los proveedores directos, la mayoría criadores de pollos, aunque la compañía ha anunciado que para determinar la compra de carne vacuna y porcina lo tendrá en cuenta también.
Michel Kharfen, portavoz de la asociación Sep Antibiotics Working, que tiene mas de nueve millones de afiliados en Estados Unidos, saludó la medida alborozado: "Es un acontecimiento extremadamente importante, -dijo- repercutirá en toda la industria alimentaria y agregará presión sobre otras cadenas alimentarias". No fue el único. Michael Koo, miembro de la Union of Concerned Scientist manifestó también que era un paso en la dirección correcta.
Se disparan las alarmas
¿Qué había ocurrido para que McDocnals, la mayor cadena alimentaria del mundo y la que más ha hecho para difundir un modelo dietético cada vez más cuestionado por sus resultados sanitarios y ambientales, tomara tal medida? McDonals se estaba plegando a la presión de los grupos de consumidores que durante años lo habían pedido, alarmados por la información cada vez más precisa y contundente sobre las resistencias que muestran bacterias dañinas para el ser humano a los antibióticos que hace años acaban con ellas.
Pocos meses antes de la decisión de McDonals tres científicos norteamericanos -David Wallinga, Navis Bermúdez y Edward hopkins- publicaron los resultados de una nueva investigación. Analizaron la calidad bacteriológica de 200 pollos y 200 pavos frescos comprados en tiendas de Iowa y Minesota. Lo que probaron fue la resistencia de estos alimentos a numerosos antibióticos y la presencia de tres bacterias -Salmonella, Enterococci y Campylobacter- en la carne.
Alta contaminación
El resultado fue publicado a fines de 2002 por la fundación conservacionista Sierra Club y el Instituto de Agricultura y Política Comercial. El 95% de los pollos de la muestra dieron positivo a la bacteria Campylobacter, la principal causante de enfermedades por consumo de alimentos contaminados en Estados unidos, y cerca del 62% de estas bacterias mostraron resistencia al menos a un antibiótico. Los pavos analizados estaban incluso más contaminados con Salmonella que los pollos y un tercio de las muestras de esa bacteria mostraba resistencia al menos a cuatro antibióticos. Pero carnes contaminadas y resistencia a los antibióticos no es un cóctel exclusivamente norteamericano.
Este mismo año se han detectado en Dinamarca 25 casos de Salmonella que provocaron la muerte de dos personas; y en Zurcí los científicos de la Escuela Politécnica encontraron en una muestra de salchichas una bacteria resistente a ciertos antibióticos suministrados al ganado.
De hecho, según declara el doctor Klaus Stöhr en un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Europa el 50% de los pollos que se compran están contaminados de patógenos, como la Salmonella. El problema además, como dice el doctor Stöhr, es que si se necesita un tratamiento para combatirla, el médico está "desarmado porque la medicación que le puede dar al paciente es la misma que ha recibido el animal". ¿Exageraciones? Según la FDA (Oficina estatal de control de alimentos y medicamentos norteamericana), el 70% de las bacterias que causan infecciones en hospitales son resistentes a por lo menos uno de los medicamentos más comúnmente utilizados en su tratamiento.
Resistencia bacteriana
¿Cómo se ha llegado a esta situación? El uso irracional de los antibióticos en la práctica médica -excesivo y no adecuado en muchos casos a los tratamientos- es una causa. Por otra parte, el uso generalizado de los antibióticos en la cría animal, para favorecer el crecimiento y combatir enfermedades, ha acabado creando resistencias cruzadas. En Europa el 50% de los antibióticos que se consumen son para tratamiento de animales y en Estados Unidos alcanza el 70%.
Investigaciones de la OMS han mostrado la relación entre el suministro de estos medicamentos a animales con el desarrollo de la resistencia de los agentes patógenos. Sencillamente, las bacterias tratadas con antibióticos cuando sobreviven se vuelven más resistentes. Luego la resistencia se transmite genéticamente, lo cual fortalece cada vez más a las bacterias. Éste es el caso de patógenos intestinales Campylobacter, presente sobre todo en los pollos, en los que el uso de un determinado antibiótico ha provocado la aparición de cepas de Campylobacter resistentes también a antibióticos de la misma familia de los utilizados en medicina humana.
El círculo está cerrado. Las bacterias son cada vez más fuertes, y por otro lado, nuestros instrumentos de defensa se están debilitando. Esta es la explosiva realidad. Por eso, entidades como la OMS llevan años pidiendo que se ponga fin al uso indiscriminado y masivo de antibióticos. Cuando la penicilina apareció en los años 40, no había cepa de estafilococo dorado que se le resistiera. Hoy, más del 90% son resistentes a la penicilina y otros antibióticos. Pero aunque las señales de alerta son cada vez mayores, todavía hay muchas reticencias a cambiar la situación.
Menos antibióticos
Casi todas las medidas que se están tomando son para racionalizar el consumo humano de antibióticos (básicamente, campañas públicas de información a médicos y población en general) y limitar el uso en ganadería. Este último campo era el más descuidado y sólo recientemente se ha empezado a hacer algo.
Así, la UE prohibió a finales de julio aditivos usados en piensos destinados a promover el crecimiento del ganado (los antibióticos serán legales para este cometido hasta el 2005). En Estados Unidos se ha formado una plataforma de ciudadanos y ONG que reclama el fin del uso de los antibióticos en la cría de animales para consumo. Fruto de esta presión y de más información disponible, la FDA prohibió por ejemplo, a finales del 2000, el uso de Baytril, un antibiótico de Bayer de la familia de los fluoroquinolones, por las evidencias de resistencias de una bacteria responsable de intoxicaciones graves y frecuentes. Esto puso en pie de guerra a la multinacional alemana, según la agencia InterPress.
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El problema de fondo
Pero ninguna de estas medidas aborda el problema de fondo: ¿por qué tantos antibióticos para criar a los animales?. La respuesta es la cría intensiva, un modelo industrial regido por criterios económicos y comerciales que violenta la ecología de los animales y su fisiología (sobre las penosas condiciones de vida en las granjas industriales, ver "Animales en serie" Integral nº 232). El objetivo es criar animales "aptos" para el consumo humano en el menor tiempo y coste posibles. Lo primero lo han conseguido: los pollos se sacrifican a las 5-7 semanas, los cerdos de engorde en unos 6 meses y el ganado vacuno entre 2 y 4 años. Lo segundo ha permitido la "democratización" de las proteínas. Nunca ha sido tan barata la carne (en relación a la capacidad adquisitiva de la población), ni nunca se ha consumido tanta. Aunque parece haber tocado techo e incluso se ha reducido algo por todos los escándalos alimentarios y sus consecuencias para la salud que se han sucedido ("vacas locas", "gripe del pollo"...). Pero el modelo alimentario sigue básicamente inalterado.
Producir la misma cantidad de carne que consumimos sin los productos químicos que se usan obligaría a incrementar la cría de vacas en un 90%, la de cerdos en un 54% y la de aves en un 25%; la diferencia se debe a la cantidad de animales que morirían. Gracias a la extrema medicación sobrevive la cabaña industrial. Son datos de la Asociación Empresarial de la Industria Zoosanitaria española, para la que estas cifras muestran de lo necesarios que son los medicamentos... y no lo necesario que es cambiar de modelo de producción porque estamos criando animales enfermos.
LA AVICULTURA INTENSIVA: ¿CRÍA O TORTURA?
Un pollo de granja intensiva alcanza hoy su peso de sacrificio en 41 días, mientras que uno de granja en libertad necesita más del doble de tiempo. Ese acelerón es fruto de la selección genética, pero también de unas condiciones de vida que violan su fisiología.
El animal que llega a las pollerías y supermercados ha padecido todo tipo de sufrimientos que agotan su organismo. Viven hacinados noche y día con luz artificial, se le corta el pico con una navaja al rojo vivo, en su alimentación entran grasas recicladas de frituras y transformadores y maíz transgénico, padecen los efectos del amoniaco que genera la descomposición de sus heces, las extremidades se les deforman por la rapidez del proceso de crecimiento, el corazón les revienta en muchos casos, sufren ataques hepáticos y fallos renales y si han sobrevivido a todo eso (en la UE mueren cada día 500.000 aves por las condiciones de vida) son introducidos en un estanque eléctrico, que sólo les aturde porque una descarga más fuerte puede romperles los huesos y dejarlo no aptos para el consumo... Después se les da un corte en la garganta para que se desangren...
Sólo sobreviven a todo esto por el abuso de antibióticos y otras sustancias terapéuticas. En España se consumen 17 kilos de carne de pollo por habitante y año.
DEL USO DE ANTIBIÓTICOS A LOS POLLOS TRANSGÉNICOS
El uso de antibióticos en granjas está limitado legalmente a tratamientos concretos de enfermedades. Pero su uso es generalizado. ¿La causa? Las condiciones de vida de los animales, que quebrantan su etología y favorecen la propagación de infecciones y otras enfermedades. En una granja avícola, por ejemplo, puede haber hasta 500.000 aves.
Los antibióticos empezaron utilizándose para combatir infecciones puntuales, pero pronto se descubrió que en los animales sanos favorecían el crecimiento y mejoraban su aspecto (la energía y los nutrientes ingeridos no se pierden combatiendo enfermedades). Por eso empezaron a mezclarse con el pienso y el agua y a darse, en dosis subterapéuticas, a todos los animales.
Es una práctica prohibida porque favorece la aparición de gérmenes hiperresistentes que están minando las capacidades curativas de los antibióticos en humanos. Pero como se sigue produciendo con la excusa terapéutica, la UE prohibirá a partir del 2005 mezclar antibióticos con la alimentación de los animales. Pero la normativa europea autoriza coccidiostáticos e histomostáticos hasta el 2008 en la producción avícola. El resultado es que se abusa de los antibióticos y sus efectos se prolongarán en el tiempo.
·Alteran el organismo: los residuos de antibióticos actúan sobre la flora intestinal: modifican su composición y favorecen el desarrollo de cepas bacterianas resistentes.
·Introducen tóxicos en el organismo: antibióticos como nitrofuranos y cloranfenicol son tóxicos incluso en pequeñas concentraciones. La legislación europea prohíbe su uso, pero se siguen detectando en Europa procedentes de países donde no están prohibidos.
·Producen daños ecológicos: una parte de los antibióticos usados es evacuada en forma de heces y orina. Cuando estas sustancias llegan a la tierra y aguas destruyen microorganismos que son necesarios para el crecimiento de algunas plantas.
·Alternativa a los antibióticos. En las aves se requiere mejorar la absorción de nutrientes y la funcionalidad del intestino, porque se considera que la elevada ingestión de alimentos en un breve plazo de tiempo produce alcalinización y desequilibrios digestivos que provocan la proliferación de bacterias.
·Y ahora, pollos transgénicos. Dos empresas norteamericanas quieren crear pollos transgénicos resistentes a la coccidiosis (enfermedad parasitaria de las aves) y a las bacterias de Salmonella y Campylobacter... Todo con tal de no cambiar la raíz del problema: las condiciones de vida de los animales y el modelo dietético dominante, basado en el abuso de las proteínas animales.
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